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LEGASOV Y EL DISCURSO DEL LOGOS EN CHERNOBYL (Atención: leer solo si se ha visto la serie)

El actor Jared Harris interpretando a Valeri Legásov en la serie Chernobyl.

En estos tiempos en los que todos los gurús de la comunicación han entronizado a las emociones como el único objetivo de un discurso (cuyo ejemplo más representativo es el mítico discurso de Steve Jobs en Stanford), la serie Chernobyl nos devuelve el papel de las palabras para producir una reconstrucción racional de la realidad; para reconstruir el logos, el orden, de entre el caos.

La escena que vamos a comentar se puede encontrar en internet fragmentada en diferentes cortes, ya que los productores de la serie decidieron, con gran acierto dramático, alternar los fragmentos narrativos con reproducciones de los momentos previos a la explosión. Por esta razón, el hilo central del discurso se encuentra en los fragmentos señalados al lado de cada video:

https://www.youtube.com/watch?v=i-4QbhYClCI (3’20”-4’45”)

https://www.youtube.com/watch?v=qRFwI4rODnE (0’0’’-2’08’’)

https://www.youtube.com/watch?v=5nvgAlTAnVk (0’10’’ – 2’04’’) (3’38’’-4’38’’)

https://www.youtube.com/watch?v=J-xh_XKYcHQ (0’0’’-0’-14’’) (0’48’’-1’51’’) (2’03’’)

https://www.youtube.com/watch?v=SC31n68fdts (0’0’’-2’55”) (3’20”-4’40”)

El discurso de Valeri Legásov es un ejemplo perfecto de cómo una realidad compleja y altamente difícil de entender puede hacerse comprensible gracias a un discurso claro y perfectamente elaborado. Esta es una cuestión que interesa a todos los científicos y técnicos que trabajan en ámbitos especializados, como la genética o la inteligencia artificial: ¿cómo es posible transmitir una realidad altamente compleja? Este objetivo se enfrenta a dos escollos igualmente peligrosos: el de ser incomprensibles, por un lado, y el de caricaturizar el tema debido a una simplificación excesiva, por otro. Si discursos como el del cambio climático, por ejemplo, se plantean llegar a la mayor parte de la sociedad, es necesario que su forma de comunicar supere estos dos riesgos y se desarrolle de una forma simple y efectiva. No es nada fácil, porque ya advertía Schopenhauer que hacer creer una idea falsa y sencilla es muchas veces más fácil que convencer de una idea verdadera pero complicada.

El discurso de Legásov se estructura a partir de una idea central: la contraposición entre lo que aumenta la temperatura en el interior de un reactor nuclear y lo que la disminuye. Este planteamiento se desarrolla mediante las fichas rojas y azules que aportan visibilidad a cada uno de estos factores: su colocación en paralelo en el estante situado a su lado ofrece una información visual de los instantes en que se alcanza el equilibrio entre ambos factores y aquellos en los que se rompe. De este modo, una realidad compleja (la reacción nuclear) se introduce en el molde de una relación comprensible para todo el mundo (la relación entre opuestos).

Sobre este punto de partida, el discurso se articula siguiendo el orden cronológico de los sucesos: en una narración cuidadosa y esencial, Legásov desgrana los hechos relevantes que llevan del funcionamiento normal de un reactor hasta el desastre. Es cuidadosa porque implica seleccionar, de todos los hechos que sucedieron en el puesto de mando, aquellos que van a resultar relevantes para entender lo ocurrido; en este punto, el cómo y el por qué van de la mano: cada una de las decisiones tomadas en los instantes previos a la tragedia (el cómo sucedió) se convierte, asimismo, en causa de la destrucción (el por qué). Así, avanzar en el tiempo lleva a ir entendiendo las causas, de modo que, cuanto más cerca estemos del momento de la tragedia, más comprenderemos lo cerca que estamos de que se produzca la explosión. Los retóricos clásicos llamaban a esta forma de exposición ordo naturalis, orden natural, y es la manera más efectiva de hacer comprensible hechos complejos, porque asimila una realidad difícil de comprender (una cadena de causas y consecuencias) a un hecho sobre el que tenemos experiencia directa (el sucederse de acciones en el tiempo).

La forma del discurso llama la atención por su aparente sencillez: aunque no se puede prescindir de términos técnicos, como “coeficiente de temperatura negativa”, ni se puede evitar mencionar elementos químicos como el boro, las oraciones son simples y se evitan las subordinaciones y los periodos sintácticos largos. Esta es otra buena decisión: cuando la realidad que se va a relatar es pesada, la estructura del lenguaje debe ser ligera. Tal vez gracias a eso, la velocidad de habla de Legasov es relativamente baja y permite ir asimilando los hechos que se exponen: el fondo y la forma van de la mano y contribuyen, de forma conjunta, a la buena comprensión del discurso.

No sé si al lector de esta entrada le habrá parecido emocionante el discurso que analizamos; tal vez sí y, probablemente, tal sea la causa de que esté leyendo estas líneas, de que quiera saber más. Sin embargo, la escena que comentamos no cumple muchos de los requisitos que se recomiendan para emocionar: no nos encontramos con un orador especialmente atractivo, ni elegante; no pretende emocionar al juez ni cambiar la opinión de la sala; no hace uso de anécdotas personales, no recurre a preguntas que capten la atención. Su objetivo es explicar lo ocurrido, apelando para ello a la capacidad racional de la audiencia. La primera fuente de emoción proviene precisamente de esa capacidad racional que nos va desvelando, paso a paso y de una forma convincente, la lógica de los hechos en lo que era antes una maraña informe de sucesos. Y si el lector se ha sentido impelido por dicha emoción, es porque posiblemente la haya sentido antes, probablemente en las clases de algún profesor que le hizo amar una asignatura o en la lectura de algún libro que le hizo entender una materia. Las emociones son un mundo complejo, ciertamente, y no se agotan en una definición simplista.

Pero si antes hemos hablado de una primera fuente de emoción es porque hay otra que remite al conflicto dramático planteado en toda la serie sobre la contraposición entre verdades y mentiras y que tiene en Legásov a su héroe. Este conflicto inicial planea a lo largo de todo el discurso hasta que, al final, Legásov adquiere el ethos, la autoridad del que personifica los valores de una sociedad y que produce por eso mismo emociones; pero esta es materia que merece una entrada aparte, probablemente dentro de unos posts.

3 comentarios en “LEGASOV Y EL DISCURSO DEL LOGOS EN CHERNOBYL (Atención: leer solo si se ha visto la serie)

  1. aunque no he visto la serie de «LEGASOV Y EL DISCURSO DEL LOGO EN CHERNOBYL» me aparenta un discurso frio, vacío sin ganas de que el lector siga su suspenso al desenlace de alguna situación en cuestión que se puede llegar a basar en verdades o mentiras sin fundamento, u coordinación a los hechos.

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